miércoles, 15 de marzo de 2023

LO QUE EL AMOR CALLA
 

"Vengo a contarte mi locura, y cómo el amor ha podido hacerme niño rejuveneciendo mi vida." - (Poesía oriental.)

     "Se puede tener, en lo más profundo del alma, un corazón cálido, y sin embargo, puede que nadie acuda jamás a acogerse a él."  - Van Gogh

 

Resulta penoso llegar a la conclusión de que en materia de amor romántico todo acaba por ser una fantasía cautiva en uno mismo. Cuanto podamos sentir profundamente en las entrañas, nunca emerge a la luz del día para vivirse en una más palpable realidad. Nos hacemos prisioneros de una quimera que deseamos vivirla con la intensidad de lo real, a plena vitalidad de los cinco sentidos. Todo inútilmente. Ni siquiera uno puede revelarlo dignamente, porque no hay palabras, ni gestos que expresen con exactitud lo que se siente en el interior. Es como si hubiera dos mundos distintos, uno vivido afuera, cara a los demás, y otro que va por dentro, vivido en silencio. Lo que de mí es, lo que yo diseño e invento acorde a cuanto me invitan los acicates del día a día, lo guardamos en un cofre sin llave, igual que un tesoro, sin que nadie sepa dónde está escondido. Los sueños se transforman en diamantes, gemas, rubíes, esmeraldas, joyas que únicamente las disfruta quien las posee, en secreto y tristemente en silencio.
Ya uno debería estar convencido de que en este juego por conquistar el sí del prójimo amado y complacerse en una realidad legítima, se pierde por lo general. Por supuesto, no voy a negar la felicidad de miles de parejas que lo han conseguido, lo que vengo a manifestar es la frustración de muchos miles más que sufren en silencio sus pasiones. No entiendo por qué tenemos que ser tan difíciles. Parece ser que el guion que nos toca interpretar en esta vida fuese erróneo o predeterminado a posta, para que de nuestro sufrimiento se sacara algún tipo de energía, truco, castigo o lección que no vamos a conocer hasta que no pasemos al otro mundo, trato de suponer. Lo que por otra parte carece de gracia, ya que cuando más lo necesitamos es ahora, en esta tierra desalmada que pisoteamos. Por algo buscamos amor, por algo lo necesitamos, por algo lo queremos.., ahora. El que los sueños jamás se cumplan puede deberse a que ya se viven en la profundidad de nuestra mente y, por ende, ya vividos. Si bien son menos intensos que la realidad, también es de agradecer que sean más genuinos y libres. Pero rara vez uno vive lo que imagina.
Todo esto que digo viene por un motivo, claro está. Un amigo me cuenta recientemente que está enamorado de una chica que ha conocido por internet, en uno de esos chats privados o redes sociales. Pero, cómo, le dije, ¿estás de coña? Y para defender sus sentimientos, viéndose ya ofendido por mis palabras, me increpó acerca de pasadas confesiones que en su día yo le conté, amores de barrio, pero imposibles, “fichajes” de los que le hablo de vez en cuando, igualmente ridículos ¿Qué diferencia hay? Me preguntó. Al principio creí que quizá yo estaba más cerca de la realidad que él, pisando fuerte el suelo por contar con algunas esperanzas al estar más próximo a gente “real”, gente del pueblo, gente del vecindario. Luego, de pensar con mayor cautela entendí por dónde iba. ¿Esperanzas de qué? ¿Es acaso más justificable enamorarse de un chico o chica del barrio que no te mira a la cara ni te saluda, al que ves de vez en cuando, pasa a tu lado y pasado se queda, que de uno virtual, o de alguien que resulta incompatible o imposible por diferencia de edad, genero, raza, idioma, cultura o tendencia sexual? Si como la mayor parte de los enamoramientos caen en saco roto, ¿qué más da la envergadura o distintivo de cómo o quien te enamores? Si es sentimiento tuyo, único e intransferible, que nadie va a entender jamás, quédatelo. Disfrútalo en tu propia intimidad y calla.
El que todo enamoramiento nos conduca a fantasías placenteras no es tema hereditario del romanticismo. Ya desde mucho antes el amor fallido, el enamoramiento no correspondido, ha rellenado miles de páginas y manuscritos con quejas, deseos, lloros, suspiros, anhelos y demás sentimientos vinculados al corazón. Tanto en verso como en prosa. Desde églogas de Teócrito o Virgilio (a.C.) o Garcilaso de la Vega, sonetos de Shakespeare, John Donne (siglos XVI) o italianos como Petrarca enamorado de flechazo por Laura, o el de Dante por Beatriz o malogrados como el de Abelardo y Eloísa, por nombrar unos pocos del medievo, bastante anterior al romanticismo desmadrado del siglo XVIII. La literatura está atestada de corazones rotos.
Aunque resulte muy difícil, se debe dejar que los sueños, sueños sean, y no mezclarlos con la realidad. Tenemos que asumir una cosa u otra, que queden separadas y jamás pretender unirlas, porque de lo contrario, la caída estrepitosa contra el suelo está garantizada. Y cuanto más alto sea el vuelo peor el golpe. Algo difícil de controlar, y que más bien, tarde o temprano, todos terminamos como Ícaro. Porque el enamoramiento, muy aliado de la fantasía, es lo que tiene, marca unas reglas que como líneas rojas no se deben franquear. Entender que, si estamos jugando con ella, mejor no tratar de engañarla con un quiero más, algo de verdad, algo real. Vive el momento y nada más. Porque de traspasar esas líneas rojas, al querer acercarse a una realidad más intensa, pero prohibida, es lo que terminará por hacernos daño.
Pero lo sé, no es fácil. Lo peor de todo este enredo en el que se cae de buena gana al principio es lo que cuesta luego salir. Actúa como una droga. Uno cae en la adicción de querer seguir estando embelesado, fascinado, con la sensibilidad ardiendo, hasta que, evidentemente, ésta nos llega a quemar. Y sin embargo, exigir al enamorado, ante sus escasas posibilidades de éxito, que ponga los pies en el suelo, que despierte, tire la toalla, se baje del burro o deje de perder el tiempo, es un consejo insensato porque, para empezar, no poseemos el genuino sentimiento que le domina el corazón. No se le puede juzgar si no tenemos acceso a sus emociones. Lo mejor es dejarle en paz. Que lo viva sin reprimirse, hasta que le haga daño, le quite el hambre, el sueño o le aburra. Porque si en algo falla este mundo es en la posibilidad de transferir con exactitud lo que sentimos. Las palabras cojean, la música, aunque muy profunda y reveladora, tampoco nos sirve como declaración de amor, puesto que una misma canción, por motivos de sensibilidad, no conmueve a todos por igual. Quizá la poesía sirviera de declaración más exacta a lo que pretendemos, pero igualmente resulta tosca ante la verdad de lo que se esconde en el interior de nuestra mente-corazón. Ni siquiera una sonrisa, una lágrima, una mirada dulce, llegan a decir la verdad de lo que experimentamos en silencio.

Es por ello que debemos resignarnos a no entendernos como correspondería unos con otros, por mucha comunicación que hayamos desarrollado con el paso del tiempo. Nos acercamos y, con mucha empatía, entender al otro, pero no sentir al otro. Igual que el dolor, podemos ver el sufrimiento del amigo en su semblante constreñido, pero no el dolor mismo. Y así sucede con el amor del enamorado. Esto es en definitiva lo que nos trastoca. Lo que hace que golpe tras tropiezo no nos sirva como correctivo. Porque, al fin y al cabo, de esto va la vida, de uno mismo. De sentir en silencio.

Ya sobre amores frustrados, platónicos, perdidos y trágicos, está la historia saturada. Mi amigo será un integrante más de esa lista infinita de amores rotos. Él se ira dando cuenta de ello cuando al avanzar vea el precipicio de más cerca. No es de preocupar si quien me lee está en uno de esos o ha estado una o varias veces. Parece como si de un ardid mágico y siniestro se tratara, quien sabe escondiendo qué, algo que no acertamos a descifrar de forma objetiva, jugara con nosotros maliciosamente. Con todo, no pretendo deprestigiar al amor romántico, ni mucho menos. Vale mucho más de lo que estima el juicio de valores morales que nos han impuesto. Soy de los que piensan que quien no se haya enamorado alguna vez es que no ha saboreado las mieles de la divinidad, aunque luego saboree las hieles del desengaño. Hay que pasar por ello. Quién sabe si quizá sea yo quien se equivoque esta vez y al final mi amigo salga airoso y triunfante del contubernio en el que se ha metido. En lo que sí acierta de veras es en esas comparaciones que hacemos. Tan auténtico como inútil es enamorarse de cualquiera en circunstancias dispares, desde las que auguran esperanzas, como de las que predicen un castañazo inevitable.  Porque del futuro nadie sabe nada, y aunque del pasado ya tengamos bastante carga en nuestras espaldas, de poco nos sirve ante lo nuevo o diferente por venir. Que sea lo que Dios quiera. Yo no pinto nada.  - AllendeAran

 

"La confusión de lo real con lo ideal, nunca queda impune."   -Goethe

 

 

"Desvivirse, debatirse por un objeto impenetrable es religión pura. Hacer del otro un enigma insoluble del que depende mi vida es consagrarlo como dios; no llegaré nunca a resolver la cuestión que me plantea; el enamorado no es Edipo" - André Gide.

"La belleza seduce a la carne con el fin de obtener permiso para pasar al alma". - Simone Weil
 
 
"¿Qué sucedería si decidiese definirte como una fuerza y no como una persona? ¿Y si me situase a mí mismo como otra fuerza frente a tu fuerza? Ocurriría esto: mi otro se definiría solamente por el sufrimiento o el placer que me da".  - Roland Barthes

"Me da sólo evocarte, dulce amor, tal riqueza, que entonces, ya no cambio, mi estado por un reino."  - Shakespeare

"En realidad, poco me importan mis oportunidades de ser realmente colmado. Sólo brilla, indestructible, la voluntad de saciedad. Por esta voluntad, me abandono: forma en mí la utopía de un sujeto sustraído al rechazo: soy ya ese sujeto."  - Roland Barthes

"Solo muere un amor que ha dejado de soñarse." - Pedro Salinas
 

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martes, 4 de octubre de 2022

 "¿Pues qué es lo que amas, enigmático extranjero?  ¡Amo a las nubes.. las nubes que pasan... allá a lo lejos... las maravillosas nubes."  - Charles Baudelaire

"La poesía está más cerca de la verdad vital que la historia." - Platón

REZAR MIRANDO AL CIELO 

De sobra es conocido el dicho de “Nunca llueve a gusto de todos”. Lo malo del dicho es que dentro de poco quedará en desuso porque al parecer sólo va a llover a gusto de unos pocos (los expertos). No lloverá a gusto de los agricultores, ni de los pobres, ni tampoco a gusto de los poetas, aunque esto último pueda carecer de importancia, pero eso es algo que sólo podrán entenderlo aquellos a quienes su sensibilidad se lo permita ("los expertos" no podrán, a ellos les mueve otro tipo de sensibilidad). 

De una u otra forma se han venido filtrando noticias de que algunos países desean tener un clima a la carta, evitando en todo lo posible tormentas, aguaceros o granizadas que perjudiquen las cosechas. Que luzca el sol sin sombra de nubes y que caiga agua cuando sea necesario parecería perfecto para los humanos, (raza exclusiva del planeta azul). China va a la cabeza de estos experimentos. Cómo lo hacen y si lo están consiguiendo es difícil de saber, pero algo se intuye. Es difícil de saber porque los políticos llevan años traicionando al pueblo, al que se le engaña con mentiras, falta de información, crisis ficticias y otras artimañas psicológicas que les sirven para mantener la esclavitud a raya y así conservar el poder hasta el final de los tiempos. Todo bien amparado por los medios de comunicación, que obedecen sin escrúpulos mientras estén bien pagados. Suena deprimente, pero es lo que hay. Quien hubiese imaginado años atrás que el periodismo y la televisión podrían convertirse en armas tan persuasivas en una democracia. Meter miedo nunca fue tan fácil.
Algo que les funciona mejor incluso que si nos apuntaran directamente los militares con una pistola para cumplir órdenes a la fuerza, como en las viejas dictaduras. Han logrado que el pueblo se convierta en un rebaño de avestruces que esconden la cabeza bajo tierra para no ver, no saber.

Jugar al cambio climático es tema peliagudo por cuanto aún no sabemos los efectos adversos que puede conllevar a la larga. Si los desastres climáticos nos han pillado de sorpresa, incluso cuando hay tecnologías para prevenirlos, no quiero imaginar qué puede acaecer cuando interrumpimos el devenir aleatorio de la naturaleza. Quienes entienden que el planeta es como un ente vivo que se autorregula, (lo que llaman teoría Gaia), no apostarían ni un céntimo por variar el curso de los acontecimientos naturales. ¿Damos gracias a Dios (o panteísmo para algunos) por habernos traído aquí, vivir y poblar la Tierra o tenemos que asumir que es una desgracia porque la naturaleza no cumple siempre con nuestras expectativas o intereses? Si como "los expertos" metidos en este gatuperio creen que no hay nada de malo en un cambio climático ¿Por qué entonces no hablan bien a las claras de sus intenciones? ¿Por qué la prensa no dice nada de esas horrorosas estelas que vierten los aviones militares por el cielo? ¿Por qué callan?  ¿Qué esconden? ¿Quizá no quieran asumir responsabilidades si las cosas se tuercen? 

Si a lo mejor me equivoco al creer que las chemtrails (estelas químicas) van de cambiar la climatología, si acaso lo que vierten es un químico para ecualizar la carga de radiación que aumenta con la masificación de antenas 5G, o si tal vez no es nada sino ganas de asustar psicológicamente, o lo que fuera que no sabemos, me tiene cada vez más sin cuidado. En parte porque todos pisamos el mismo suelo y a todos nos cae por igual en la cabeza. Lo que seriamente me preocupa es cómo la naturaleza va perdiendo protagonismo en las ciudades, y cómo la gente que vive en ellas no presta la más mínima atención al significado que ella transmite. Los significados bien pueden ser subjetivos, al igual que la música, pero para quien cultiva un poco su sensibilidad acaba coincidiendo en reconocer valores afines con los demás.
La historia atesora mucho arte al respecto, tanto en pintura como arquitectura, y no menos importante en el pensamiento filosófico y poético, pero las mayorías siguen al margen.
Por desgracia, solo unos pocos se han sentido identificados con los avatares estéticos que la naturaleza abriga, así como la libertad que de manera aleatoria manifiesta. Me da tristeza saber que quienes no entienden de esto muy lejos están del auténtico sentimiento espiritual, del auténtico sabor de la vida. Les recuerdo que la estética es una rama de la filosofía y que trascender la vida en buscar de mayor libertad y sensaciones más profundas es parte de la labor religiosa. El resto es entretenimiento fatuo, pasajero, egoísta, insaciable, banal, chovinista, superficial…
Ya se pueden reír de cuanto digo los defensores de las nuevas tecnologías, del progreso a ultranza, elites globalistas, políticos corruptos, nacionalistas acérrimos. Gente corriente, masa que no quiere problemas pero que luego se llevará las manos a la cabeza cuando la tragedia sea irreversible. Sus hijos, si acaso escapan de la idiotez, (del puñetero pantallismo), envidiarán la realidad de sus antepasados al verse sometidos a un mundo virtual, robotizado e insensible. Perderán el hábito de socializarse con las personas. No sabrán sonreír. Serán maleducados. Vivirán aislados, tímidos y cabizbajos. Se sentirán acosados por la ansiedad y el miedo.  
Nos hemos alejado demasiado de una realidad que antaño conjugaba mejor con nuestro espíritu. No pido volver hacia atrás, sino rescatar viejos valores que han quedado reservados para unos pocos iluminados. Estoy hablando de esos poetas, artistas y filósofos que supieron expresar bellamente la experiencia de vivir. Emprendedores de una verdad que no fuera tan en exceso objetiva o científica, sino de una verdad que aliente la fantasía. Es la estética, tanto o más que las matemáticas, lo que se haría bien en estudiar en las escuelas, por lo bien que ella acentúa la contemplación, la creatividad, y de ahí, el bienestar auténtico, libre del materialismo y el egocentrismo al que vamos cayendo igual que un rebaño de ovejas por un terraplén. 
¿Que aún no lo entienden? Normal. Porque muchos no saben mirar alrededor cuando pasean por el campo, una playa, un parque simplemente. Porque la mayoría no miran al cielo todos los días. Que haya nubes de una manera u otra no les motiva.  Pero les comento, hay nubes cirros, cirro cúmulos, cirro estratos, alto estratos, alto cúmulos, estratos, estrato cúmulos, nimbo estratos, cúmulos, cúmulo nimbos.., y hay chemtrails, lo último en ingeniería militar. Chorretadas lineales que rayan los cielos, dejando un velo turbio que llega incluso a ocultar el sol produciendo un efecto invernadero. Un artificio sórdido que viola la claridad de los cielos despejados. Una aberración más del progreso tecnológico con fines que no confiesan. Un insulto a la belleza y un impulso más hacia el desastre de la mal llamada civilización. Si no bastaba con borrar las estrellas de noche por la contaminación lumínica acabamos ahora rayando la bóveda celeste de los días azules. 
¿Qué es? ¿Ganas de evitar que se formen nubes? ¿Provocar un efecto invernadero y de ahí sequías? O quizá haya otra intención oscura que desconocemos por completo. Porque nada dicen los periódicos, nada las noticias en la televisión, nada los meteorólogos. Sólo algún que otro comentario que se ha filtrado en los medios de comunicación y que, quien sabe, podría tratarse de una cortina de humo para ocultar algo más siniestro. Sin embargo, a mí me vale la apreciación estética que me guía de manera provechosa en muchos de los escenarios sociales que me ha tocado vivir. Cuando algo emborrona o ensucia la belleza algo me dice que estamos equivocados. Es parte fundamental de la condición humana, como lo pueda ser el amor. Los "expertos" ya sé que no lo entienden.  Porque les mueve el dominio, controlar y esclavizar. Los "expertos" se ocultan, no dan la cara. No tanto por la vergüenza, que no tienen, sino porque saben que son culpables y serán juzgados tarde o temprano por el destino que formamos todos. Incluida la naturaleza.


 
"Las más satisfactorias relaciones de lo sensible deben por tanto corresponderse con las fases indispensables de la aprehensión estética. Si podemos encontrar éstas, habremos hallado las cualidades de la belleza universal." - James Joyce

 “El encanto de la belleza estriba en su misterio; si deshacemos la trama sutil que enlaza sus elementos, se evapora toda la esencia.”  -  Friedrich Schiller


"De que fluctuante pobreza espiritual es hijo tan mezquino gusto, lo muestran nuestras ordenanzas urbanas, que se otorgan a sí mismas el título de estéticas."  - Camilo Sitte

"Si pudiera abrir las nubes como se abre un cajón, quién sabe qué hallaría dentro: cartas de amor escritas por los ángeles o alfabetos secretos o quizás los sueños del viento."  - Fabrizio Caramagna
 "Necesitamos el tónico de lo salvaje, necesitamos que todas las cosas sean misteriosas y no hayan sido exploradas, que la tierra y el mar sean infinitamente salvajes, que no sean investigados ni sondeados por nosotros, porque son insondables." - Henry David Thoreau

"Hemos de remozarnos con la vista de un vigor inagotable, de rasgos vastos y titánicos, la costa del mar con sus naufragios, la nube de tormenta y la lluvia de dura tres semanas y produce inundaciones. Necesitamos ver nuestros límites superados y cierta vida pastando libremente donde nosotros no llegaremos nunca”  - Henry David Thoreau

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viernes, 19 de noviembre de 2021


“- ¡Los robots no tienen baño!
- Ah, y ¿dónde fuman cuando van al instituto?” - Futurama 

"Lo vivo es invención constante, creación de formas, elaboración de novedades, impulsadas por un élan vital. De ahí que, el universo no puede tener como sustrato un sistema de leyes." - Juan Arnau

 

RETRASADOS MENTALES
(Robots y Transhumanismo)

Tengo una amiga que anda un tanto preocupada ante el futuro tecnológico que se avecina, (como cuando vemos nubarrones avanzar a nuestro encuentro y estamos sin paraguas, algo así). Creo que su miedo se basa, más que nada, en la pérdida de lo que hasta ahora hemos sido: personas con sentimientos, seres humanos. Ella piensa que la IA, (inteligencia artificial), los nuevos robots, podrían superarnos en sabiduría, dominar la mente y, en consecuencia, dejarnos en desventaja, ser ellos más listos que nosotros. Cree además que nosotros mismos podríamos formar parte de esa familia, es decir, robotizarnos en algo nuevo que se llama transhumanismo. Mi amiga se ha visto algunas conferencias recientes al respecto que ha compartido conmigo. Yo ya había oído algo acerca de esto, de hecho, la ciencia ficción lleva decenios tratando el tema, pero parece que ha llegado el momento en que algo de verdad se cuece a nuestras espaldas, porque la ciencia, la tecnología más concretamente, se mueve a pasos de gigante, dejándonos tan atrasados como lo serian hoy nuestros abuelos con un "smart-phone" en sus manos. Hay expertos cuya sapiencia en cuestiones de avanzada tecnología nos dejarían a la par que los analfabetos. Lo que no tengo tan claro es si su mentalidad de expertos está a la altura de lo característicamente humano: la ética, el sentido de la vida, dónde o cómo la felicidad. Es decir, si tienen alguna pauta, alguna idea o concepto del devenir humano, de qué necesitamos realmente para prosperar en este mundo, de cuales han de ser las creencias para sentirnos a gusto, aquí ahora, donde estamos, o hacia donde nos dirigimos.
Pero vamos a hacer un pequeño sacrificio y por un momento atender las intenciones de esos expertos en tecnología. Luego enseguida ajustaremos cuentas. Cuando uno se encuentra seducido por desarrollar una idea lo lógico es satisfacerla. Ya lo decía Oscar Wilde, “La mejor manera de acabar con una tentación es ceder”. Si tenemos la idea de que mediante un invento nuestra vida puede mejorar, ¿cómo resistirnos a no hacerlo? Así ha sido desde el principio de la historia, desde la rueda al avión ¿Cómo negarse a eso que promete hacer nuestra vida más fácil, más cómoda, más próspera si se puede? 
No hemos venido a este mundo para estar de brazos cruzados. Es obvio que nos debemos a una evolución, a ir más allá. Por lo tanto, no quisiera caer en la definición de ser un amargado reaccionario y demos luz verde a las ideas de bonanza que el progreso conlleva. El problema surge cuando a la larga uno observa los cambios que se han producido respecto al pasado, de cómo eran las cosas cuando éramos pequeños y lo mucho que han cambiado con los años. Tenemos más y mejor, pero la felicidad no parece agraciarnos del mismo modo. La pregunta aquí, para todos esos materialistas que apuestan con los ojos cerrados por la prosperidad tecnológica, sería. ¿Creen de verdad que nosotros por tener ciertas ventajas científicas somos más felices que nuestros antepasados? ¿Cómo es posible que todavía hoy, con la abundancia de artilugios tecnológicos que se han inventado para favorecer la vida, no estemos más contentos?
Parece que todo nuevo invento traído a favorecer nuestra existencia viniera cargado a la vez de efectos secundarios contraproducentes. Tenemos consejos sabios a mansalva. La religión misma pudo fundarse bajo la mala experiencia que nuestros más antiquísimos antepasados sufrieron en sus carnes. El pecado es tomar el camino equivocado a conciencia, a sabiendas de la posibilidad de descarriar y, además, haciendo daño al prójimo. Pero al parecer, poco o nada aprendemos del pasado, ni de cuantas advertencias nos pongan en guardia. La falta de respeto por los derechos de cada persona, animales y entorno, venidos a existir de una u otra manera en este mundo, es una de las principales ofensas que los humanos cometemos. En las decisiones a tomar convendría pensar si en ellas perjudicamos a otros. Y por otros no me refiero a coetáneos de nuestra raza, sino a otras especies y su ámbito, naturaleza y hogar que es también parte nuestra. Si desde hace siglos hubiéramos tomado conciencia de este prerrequisito, seguramente muchos de los errores que ahora sufrimos no habrían acontecido. Los inventos por la mejora de las sociedades, las nuestras, (siempre el Yo, lo mío, lo nuestro) son responsables de muchos daños que luego cuesta corregir.
Volviendo al caso de los robots que muy bien podrían funcionar como esclavos a nuestro servicio, no acierto a entender a qué esa obstinación en perfeccionarlos hasta el punto de que superen nuestra inteligencia. De entrada, no puedo entender cómo podría hacerse. Un robot nos puede ganar al ajedrez, pero todo cuanto tiene dentro es una información de variaciones matemáticas que se ajustarían a las reglas del juego. Sería, al fin y al cabo, información chivada, unas cuantas reglas administradas por medio de algoritmos: pura programación. Obedece reglas. Bien es que esa información nos puede ayudar más rápidamente a superar problemas que nuestro cerebro no acierta a solucionar con rapidez. Se trataría de una ayuda compartida, en la que, en un determinado momento, convergen diferentes tareas humanas para un determinado propósito. Nosotros tomamos provecho de ello, pero el propósito es nuestro. Ninguna pega al respecto. Mismamente, los libros cumplen esa función: enseñan. 
Desde el preciso instante en que surgieron las ideas, en que el pensamiento se puso en acción para plasmar determinados deseos, la evolución se abrió camino rumbo al bienestar, el placer, la comodidad, la seguridad, la salud... Sin embargo, hemos de tomar conciencia de que algo no termina de funcionar correctamente, puesto que nuestras vidas parecen debatirse contra algo que parece esquivo, huidizo de todas todas. Algo que no se ha dejado atrapar en el transcurso de los siglos. A saber: esa tan ansiada felicidad, o cómo estar en armonía con la vida. Una serenidad permanente no exenta de entusiasmo.
Un robot puede dar respuestas a determinados estímulos que previamente han sido programados pero jamás tendrá un Yo que le encauce a buscar un destino independiente de la información que se le haya introducido. No tendrá una invención determinada por estímulos sensoriales. Sin estímulos sensoriales el conocimiento sería ciego, cojo, anodino. Ponle delante de una pieza musical triste, ¿podría llorar? Dale un pisotón en el pie ¿podría gritar de dolor? Pídele que te pinte un cuadro romántico ¿entendería lo que pinta? ¿Cual sería pues su sentimiento? Por más empeño que el ser humano ponga en crear artificialmente su esencia a imagen y disposición, sólo veo desaciertos en el propósito. Tenemos ya una buena manera de crear vida inteligente, simplemente dando luz a nuevos bebés. Que si bien educados, en libertad, paz y respeto a su autonomía, sabrán encauzar el destino de las sociedades.
Pero vamos a ir más lejos y adecuar las presuntas ventajas de la nueva ciencia microscópica, la nanotecnología, que aplicadas al ser humano sería dar el salto a lo que llaman el transhumanismo. Alimentar las capacidades del intelecto humano con mayor carga de sabiduría sin que lo haya podido procesar el cerebro de forma adecuada, natural, ¿no nos volvería locos? Piénsalo bien. Estimular la bioquímica del cuerpo para variar nuestras ganas, el humor triste o alegre, ¿no podría acarrear consecuencias peores que las drogas más adictivas? Por otra parte, comunicarnos o transferir datos de un cerebro a otro sería casi como entrar en la mente del vecino, eso que llaman telepatía. Pero si pudiéramos saber que piensa nuestro compañero ¿no sería como cargar con dos mentes a la vez? ¡Cómo si no tuviéramos bastante con poder entender la nuestra propia! ¿Cree alguien estar preparado para tal allanamiento? Todas estas aparentes ventajas que promete el transhumanismo presagian un grave defecto. Y es que la sabiduría del ser humano pasa primero, y ante todo, por la experiencia sensible, procesada en sensaciones, propias, personales e intransferibles por su intimidad y plena libertad, para luego archivarse en la mente en forma de recuerdos: tarea de la memoria. Si el conocimiento no se aplica bajo las normas de la experiencia sensorial no habremos aprendido nada. Seremos seres insípidos, apáticos, absurdos. No sabremos comprender ni el cómo, ni el porqué, ni para qué hacemos qué.
Tenemos un Yo que predispone estímulos, deseos, que nos empuja a tomar direcciones, que nos educa con una especial preferencia a algo que cada cual y de forma libre decide. Sin respeto a esa libertad individual el mundo acabaría por oxidarse. La carrera por el dominio de las fuerzas naturales para que funcionen a nuestro favor no ha beneficiado en nada al bienestar interior. ¿Por qué? Cuando uno lee las reflexiones de antiguos filósofos, preocupados por la felicidad, se observa lo poco que en esa temática hemos avanzado. Seguimos sin dar respuesta eficaz a nuestra vida y las respuestas con mayor carga de sabiduría poco o nada tienen que ver con el progreso tecnológico. Es más, da la impresión de que la aparente comodidad en la que vivimos, nos ha traído otros nuevos desafíos, por la cantidad de efectos adversos que nadie supo anticipar. No nos engañemos, no somos más felices de lo que fueron nuestros antepasados. Cada persona de cada época se adapta a sus circunstancias sociales. Se puede tener la mala pata de caer en una etapa de malos tiempos, de cambios dramáticos, época de guerras o entre guerras, pero por lo general las vidas tienen sus propias experiencias que pueden ser tan gratificantes o amargas como la de cualquier otra persona, viva donde viva, sea de donde sea, o de otro siglo cualquiera.

La felicidad no es tarea de robots o nanotecnologías invasoras en nuestro cuerpo, ni tampoco un problema de alterar el proceso bioquímico. Es un problema mucho más complejo. Es un juego sensorial, de comunicación y expresión. Bien el goce de la contemplación o de un ir más allá de la realidad, si se quiere. Es un juego de creatividad, de fantasía, en el que miles de factores se alistan para fraguar alguna nueva experiencia. Cualquier recurso artificial, forzado, espurio, será como hacer trampas en el devenir natural y eso terminará en fiasco. Lo sabemos por la contaminación que hemos generado. El ruido y los malos olores. La insatisfacción continúa, estrés y ansiedades, depresiones y enfermedades raras. Es preciso apreciar el entorno que nos rodea y saber si aportamos algo fructífero. Basta ya de ciencias no integrales, de egolatría y avaricia. Basta de expertos materialistas y de control psicológico.

Es hora de recuperar parte de la naturaleza perdida, del carácter afín a lo voluble, a la diversidad, a la empatía y la sinceridad. Por una educación más abierta al arte, a la estética, poesía y filosofía. Hay que limpiar el espejo en el que nos reflejamos, que no es otra cosa que eso que está ahí afuera, a donde miramos: el mundo. De donde extraemos el sustrato que nos fundamenta, el conocimiento. Cuánto más limpio y bello se vea ese mundo mejor nos sentiremos por dentro, que es al fin y al cabo lo que todos perseguimos. - AllendeAran

 

 

"La mayoría de la gente no se embarca en un viaje serio de autoexploración porque descubres muchas cosas que no te gustan sobre ti mismo. Pero, ahora, la tecnología nos está obligando a hacer esta búsqueda espiritual. Pagaremos caro si no la hacemos." - Yuval Harari
"Las ciencias se ven empujadas a ser inhumanas, a no considerar aquello que importa en la vida de las personas, pues resulta irrelevante para el devenir físico del mundo." - Juan Arnau


"¿Hasta qué punto podemos modificar el cuerpo y la mente con ingeniería genética, o con cirugía, o con una interfaz cerebro-computadora? Pero las preguntas de fondo son las de siempre: ¿qué significa ser una persona?, ¿qué cualidades humanas son valiosas?"    - Yuval Harari

“Olvidaos de la inteligencia artificial. En el nuevo mundo de los grandes datos en que nos encontramos, es la idiotez artificial lo que deberíamos estar buscando”.  - Tom Chatfield

 
 
"Creatividad es el universal de los universales" "Creatividad es le principio de novedad" . Creatividad es la categoría "última", definitiva, postrimería de todo el orden del ser. Y los inventos, novedades y creaciones no pueden ser deducidas, en el sentido riguroso de esta palabra" - Juan García Bacca on Alfred North Whitehead.

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jueves, 22 de abril de 2021


ENTRE LA IMPOTENCIA 

Y EL DESENCANTO


"Puedes llegar a sostener creencias verdaderas si dejas que tu razón sea guiada por otro, pero lo que nunca hará otro por ti es hacerte libre"  
Kant

"Negarse a oír una opinión porque se está seguro de que es falsa es presuponer que la propia certeza es absoluta." 

John Stuart Mill

 

Una de las preguntas que más me ronronean el cerebro en los últimos meses, (producto de la pandemia, claro está) es cómo la gente tiene tan poca capacidad de cuestionarse las normas restrictivas que el gobierno viene imponiendo de manera sistemática bajo la denominada “crisis sanitaria del covid-19”. Unas normas que alteran de manera significativa los hábitos y costumbres que teníamos como naturales. El problema no es que esas costumbres de siempre queden trastocadas durante una temporada, algo que se puede asumir llegado el caso justificado como el que nos toca, el de una pandemia global. El problema es cuando esas normas ponen en entredicho el sentido común, la sensatez y, peor todavía, limitan los derechos fundamentales del individuo, la propia cualidad del ser humano; su libertad de decisión en favor de lo que cada cual considere más apropiado para el desarrollo de su vida. No se trata de egoísmo, falta de empatía o falta altruismo, ni de estar dando la espalda a la sociedad, (esa alianza entre derechos y responsabilidades) El que haya normas que interrumpan el acto de pensar, comparar, discernir, debatir... o peor todavía, el que frenen la libertad de movimiento mediante encierros o toques de queda, es tan sumamente serio que hacer saltar las alarmas de si no habrá algún otro motivo oculto, algo más siniestro, del que no se nos quiere dar razones. 

Comprendo que vivimos en una sociedad y el bien común es importante y necesario, pero cuando eso es a costa de limar la integridad y libertad propia de cada individuo el asunto se antoja autoritario y, dada la poca confianza que engendran estos gobiernos, despiertan la sensación de que podría tratarse de algún otro propósito sucio.  Que con la excusa de atajar un problema sanitario global causado por un patógeno se imponen todo tipo de medidas restrictivas no es en absoluto lícito, ni aceptable. Peor aún, cuando con los datos contrastados en diferentes fuentes informativas no coinciden con una verdad dicha por un lado y falsa por el otro, el tema empieza a perder credibilidad por falta de rigor. Por lo que hace que algunos se cuestionen si las normas taxativas que se aplican están justificadas con la realidad circundante de cifras, casos, rebrotes o lo que fuera que viene a servir de pretexto para someter a la ciudadanía a la opresión. Muy al contrario, las normas resultan desproporcionadas, absurdas y vejatorias. La mayoría de la gente obedece, no se pregunta, sufre en silencio, creen en ellos, los sanitarios, los políticos y los periodistas. Yo no. 

Por nada en el mundo me habría imaginado que llegaríamos a este escenario en el que niños y ancianos, incluso enfermos en los hospitales, gente vulnerable, haya tenido que soportar a todas horas del día el tener que cubrir nariz y boca con una mascarilla, limitando libremente la respiración, como si eso no fuera contrario a la salud. No entiendo para qué nos enseñaron en el colegio cómo se oxigena la sangre que corre por nuestras venas y aquello de salir al campo a respirar aire puro. Ni tampoco podría haber imaginado que se me prohíba viajar a dónde quiera, ni salir a la calle de noche a pasear si me apetece, cómo si la tierra estuviera vendida a unos pocos poderosos y ahora tuviera que pagar con multas lo que respiro o el tiempo que empleo en pasear.  Sociedad enferma, no por un virus patógeno contagioso, que no es tal, ha venido a ordenar con normas infrahumanas lo que debemos ser de ahora en adelante; sumisos esclavos de algún régimen distópico que busca rehacer nuestras vidas al santo capricho de unos pocos poderosos. 

Todo eso de la distancia entre personas. El no te abraces, no toques y desinfecta tus manos a cada rato. El temor de ser asintomático positivo, no vayas por un descuido a transmitir el contagio a tus abuelos. No hagas fiestas, no te reúnas, obedece, haz caso. Y como todo esto puede llegar a ser creíble por el método científico, la gran mayoría, tan bien informada por televisión y periódicos, por portavoces en representación de expertos anónimos y politiquillos de toda índole, así se lo ha tragado. Se han dejado hipnotizar por mor de familiares, no vayamos a caer en sentimientos de culpabilidad por no haberles obedecido, a ellos, los expertos, los sabelotodo, que somos un pueblo solidario y que de esta salimos todos si colaboramos. Qué bien abierto les hemos dejado el camino para construir su nuevo orden mundial. Qué fácil les será mantener un control de la población y elegir quienes han de vivir o cómo lo hemos de hacer.

Que no venga nadie a increparme de irresponsable, cuando la verdadera irresponsabilidad es la mirar a otro lado cuando te dicen que leas y escuches otras fuentes de información, con las cuales puede que las piezas del puzzle te encajen mejor en el cuadro mental, el tuyo, si alguna vez tuviste dudas, si es que alguna te dio por pensar. Porque si ellos disponen de información veraz, yo también la tengo, y bien fundada.  Por eso pido respeto a las ideas que otros suponen enemigas cuando no lo son, puesto que aquí estamos todos por la salud, tanto física como mental, además de la libertad. Acuérdense de la Edad Media y la fe en Dios, que quien no la tuviera era culpable de herejía, lo cual suponía la hoguera, porque todos los males naturales que acontecieran se los encausaban a los ateos o seguidores de otras religiones. Ahora nos parece aberrante, de una intransigencia supina, tanto que da tanta risa como espanto. Pues ahora, donde dice Dios dice Virus.

Que uno a estas alturas de la historia todavía tenga que hacer entender a las personas el valor de la libertad resulta desquiciante. Parece ser que algunos han vendido su libertad a cambio de la seguridad del pueblo (uno para todos, todos para uno) sin sospechar si de alguna forma hay o no engaño en la compra venta del seguro médico por la libertad. El engaño al que se doblegan los ciudadanos no puede ser otro que el miedo y la solidaridad emocional por quienes pueden verse afectados por este virus letal y caprichoso que; a unos mata, a otros enferma por un par días y a otros ni siquiera molesta, que es más peligroso en la calle de noche que de día y más en el gimnasio que viajando en el metro. Tan altamente contagioso que no se entiende como aún no se ha cargado a más del 0,01% de la población. Hasta tal punto se ha llegado con la prevención que ha sido necesario aliarse con otra forma de pensamiento. Lo racional ya no vale y ahora nos servimos de lo irracional. Mundo absurdo, surrealista e hipnótico son el formato que rige el nuevo comportamiento social con tal de que se pueda erradicar la amenaza de muerte que nos acecha (así uno para todos, todos para uno, la libertad se va a la mierda) 

La ciencia puede decir mucho a favor de las directrices a seguir, pero mucho me temo que la política es más autoritaria. Esto no es un problema de epidemiólogos avezados ni nada parecido, esto es tema de estrategas economistas, de elites opulentas que persiguen el dominio y la salvación del planeta a su manera. A su manera de siempre, no a la nuestra. Porque nosotros somos pobres y la pobreza está vinculada a los obreros de bajo coeficiente intelectual, a los necios, vagos y maleantes. Y hemos llegado a un punto en que sobramos. Las nuevas tecnologías son mano de obra barata, no protestan y no exigen derechos y, aunque puedan estropearse, se arreglan más fácilmente que curar las enfermedades de los humanos. 

En fin, de las pesadillas también se despierta uno, aunque por desgracia se tenga que enfrentar luego lúcido al hecho de que los demás, el resto, sufre en sueño profundo una tortura ficticia. ¿Qué hacer mientras ellos duermen? Porque penetrar en el mundo de las creencias férreas, bien ancladas a la psique, para hacerles despertar, se necesita mucha pericia psicológica, y es harto cansino. Las personas cuando discuten se aferran a sus creencias como si estas fueran monedas de oro que temen que se las roben. Temen perder su estima, haber sido tomados por idiotas, caer en el ridículo. Es peor todavía cuando estas creencias se rigen por la confianza generada durante años por medios gubernamentales, donde caben periodistas, médicos, jueces y políticos y por supuesto, cómo no, la televisión, la famosa caja tonta.

Cuando la masa, o el rebaño, pocas veces se interroga o toma conciencia de aquello que más se ha de apreciar en la vida, para conservarlo y defenderlo, cae fácilmente presa del dominio de los pocos poderosos que reinan sobre sus paupérrimas vidas. La mayoría, que por lo general viven en conformidad con lo que se les da, (y no precisamente gratis) creen tener lo suficiente para no entretenerse en problemas. Es lo que hay. Antes se vivía peor. Ellos tienen el poder. Ellos saben lo que hacen. Se excusa el rebaño para no pensar y seguir obedeciendo al lobo. Cómo si no hubiéramos tenido bastantes casos en la historia de las perversas argucias que los gobiernos han perpetrado para atesorar más poder, mediante la corrupción, el engaño y el miedo, llevando a los pueblos a la esclavitud, a la miseria y a la guerra. Todo por defender una bandera, una patria, idealismos desaforados, mentiras con las que embaucar a las masas. Dictadores, genocidas, megalómanos los hay a patadas en la historia. Esto es así de simple, lo hemos estudiado en la escuela, lo hemos visto en el cine y aun así seguimos confiando en líderes, porque si no estamos organizados, si no obedecemos ordenes de otros, de los mandamanes, nos conducimos a la barbarie. ¿De veras? ¿Acaso no son los lideres quienes no pocas veces nos han hecho caer en la barbarie? ¿Acaso, alguna vez, hemos tenido posibilidad de probar una sociedad basada en el anarquismo?

Sin libertad el mundo se pudrirá. Quedará triste, sentenciado a lo insustancial. Será homogéneo. Vivirá en paz, pero sin alegría. Las ideas dejarán de ser originales. Quizá se erradique el hambre, pero tal vez haya más gordos que nunca. La felicidad será como un día sin nubes, una semana, un mes, un año sin nubes, pero no faltará el agua, dicen. Nadie sabrá apreciar los pequeños matices que el mundo propina, como por arte de magia, a los poetas. Los recuerdos serán copias exactas de los días presentes, porque nada cambiará lo bastante para que se reclame la nostalgia. Todo será neutro porque lo feo no estará reñido con lo bonito. Habrá diferencias, pero estarán escondidas. Tener ideas será privilegio de unos pocos que no sabrán inventar nada bello ya que estarán sometidos al absolutismo de las máquinas.  Volar es lo propio de los pájaros. Les veremos alejarse por el horizonte al atardecer y solo unos pocos se preguntarán ¿A dónde irán? Porque hacerse preguntas es de hombres libres y quienes no lo sean nada se preguntarán.  - AllendeAran

 

 

“La historia verdadera se halla entretejida de sufrimientos reales, que en modo alguno disminuye proporcionalmente con el aumento de los medios para abolirlos.” - Max Hokheimer
"Cuando perdemos el derecho a ser diferentes, perdemos el privilegio de ser libres" - Charles Evans Hughes

 

 

“La única libertad que merece ese nombre es la de perseguir nuestro bien según lo entendemos y en tanto no privemos a los demás del suyo, […] Cada uno es el propio guardián de su salud física, mental o espiritual. La especie humana obtendrá más beneficios dejando que cada uno viva como le parezca que forzándole a vivir como les parezca a los demás.”John Stuart Mill

 

 

“Si hay alguna prioridad en el cultivo del entendimiento, sin duda será conocer el fundamento de las propias opiniones.”  - John Stuart Mill

“Justo porque la tiranía de la opinión hace de la excentricidad un reproche, es deseable que la gente sea excéntrica a fin de quebrar esa tiranía.”  - John Stuart Mill



“El fenómeno que del que hemos sido testigos en Alemania no fue otra cosa sino el brote de una epidemia enfermiza… Nadie sabía lo que le sucedía, menos aún a todos los alemanes, que se dejaron conducir hacia el matadero por sus líderes psicópatas como borregos hipnotizados.”  Carl Jung (Después de la Catástrofe)
“El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos.” Simone de Beauvoir

 

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martes, 8 de septiembre de 2020


"La suerte de toda la humanidad, lo veo,
Esta en manos de locos.
Confusión será mi epitafio
Mientras me arrastro por un agrietado y quebrado sendero
Si lo logramos podremos todos sentarnos y reír.
Pero me temo que mañana estaré llorando
Sí, me temo que mañana estaré llorando."
 (Epitaph - King Crimson)


 EQUIVOCARSE

Me fastidia una barbaridad cuando parece que tengo las ideas claras acerca de cómo se ha de vivir pero los acontecimientos de la historia, tanto global como personal, me contradicen con sus salidas inesperadas. Entonces me pregunto, observo, reflexiono sobre qué hago mal, si no debería pensar de otra forma y tomar distintas estrategias teniendo en cuenta otros factores que no he llegado a reconocer. Tal vez sea yo el que se equivoca y no sé aceptar las propuestas de la sociedad que, por lo general, es la de la mayoría. Remar contra corriente resulta agotador, por lo que tampoco es que me ponga del lado minoritario porque sí. Mal me sienta también cuando la naturaleza contradice mis buenas intenciones, precisamente aquellas que van en favor de lo que ella misma propugna; la Vida.
Uno se puede equivocar, por supuesto, lo malo es cuando la corrección que viene al caso no llega a convencer, y no porque uno sea orgulloso, idiota o duro de mollera, sino porque no son las reglas con las que hemos jugado desde el principio de los tiempos. Esas reglas que rigen el sentido común o lo que se entiende por ética. Tengo claro que de sabios es mudar de ideas, como decía Machado, pero no me puedo adherir a aquellas nuevas que afectan negativamente lo que de mí más aprecio, eso que me hace humano; el afecto con el que contemplo la naturaleza y el cariño al que me debo a las personas que me rodean. Salud y Alegría van de la mano y eso exige responsabilidad con la Naturaleza. Cosas básicas, cosas que nadie pondría en duda, pero que corren peligro de extraviarse en el conjunto de las sociedades, sobretodo cuando son conducidas por un mal ego. De ahí un enfado a veces con los amigos, o en el peor de los casos, las guerras.

Saber si uno tiene o no razón es a menudo cuestión de tiempo, pero la espera, aunque merezca la pena al final, puede llegar demasiado tarde para quienes creyeron tenerla. Muchos han muerto por sus ideales y otros los han abandonado por falta de comprensión y esperanza. Una derrota puede llevar a largo plazo a una gran victoria, pero no estamos para perder el tiempo. Queremos la recompensa aquí, lo más pronto posible y mientras vivimos. La verdad, que entre sus varias definiciones es aquello que funciona, toma su tiempo hasta que la mayoría la entiende (por fin) y, por ende, la acepta.
Verán, mi táctica respecto a mi forma de actuar, es hacer lo que considero correcto. Saber qué es lo correcto no es fácil, tiene sus contra avenencias. Se necesita circunspección y, además, no dejarse llevar por sentimientos inadecuados o emociones engañosas. Menos aún dejarse llevar por intereses particulares; los caprichos del ego. La idea es optar por aquello que mejor se adapta a las necesidades del conjunto, con vistas a revalorizar el principio Vida. Es importante aprender, agradecer los buenos momentos, saber dónde habitan, atesorarlos en el recuerdo y, ante todo, tener un cariñoso concepto global del hábitat que nos mantiene.
Ya decía Bertrand Russell que “el problema de la humanidad es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas” A mí me pasa esto, y para nada me considero inteligente. Tal vez sea esa otra de mis dudas. A lo que iba.., como no me gusta meter la pata, errar, a veces ni me atrevo a encarar una discusión, tomar una decisión o tomar acción. Es posible por ello que los indecisos a menudo pasen por cobardes. Otras veces sí creo estar seguro de mis razones y me animo a defenderlas. Si luego me equivoco, por lo menos que nadie me acuse de haber obrado de manera malintencionada  o irresponsable. Yo actué de corazón.
Estamos adscritos a una sociedad igual que si fuéramos piezas diminutas de un sofisticado reloj. Hasta ahora, mal que peor, hemos conseguido acomodarnos en esa estructura máquina relojera. El gran reloj funciona. Pero para quienes gustan de pensar, se preguntarán para quién funciona el lujoso Rolex en el que estamos inmersos. Quién mira la hora, con qué propósito. Porque alguien, más allá de nuestro puesto en la máquina, toma decisiones que afectan nuestra labor, nuestra vida, nuestra libertad. Somos piezas sí, pero este reloj del que hablo tiene vida, tiene pensamiento y emociones, está compuesto de personas, cada cual cumple su cometido. Lo malo de vivir en esta sociedad que emula un reloj es que mientras todo está bien engrasado, mientras funciona, nadie piensa. La masa no quiere problemas, (ni yo tampoco) pero cuando la zona de confort se ve amenazada tal vez sea bueno ponerse en guardia antes de que sea demasiado tarde. Cuanto más tiempo perdamos, más nos costará recobrarlo. Estoy hablando de la libertad, que algunos no saben todavía lo que eso significa, hasta que la pierden por completo.
Vivimos en este momento, al término del verano del 2020, momentos de una incertidumbre y un miedo como nunca antes creo recordar. La sociedad parece amenazada desde dos frentes. Por un lado, una pandemia que no termina por desaparecer y amedranta con posibles rebrotes, y por el otro, un estado de alarma ante el temor de esos rebrotes que, a juzgar por sus normas incoherentes, más parecen infundir un terror propio de estados totalitarios que ganas por aplanar la enfermedad. Ambos frentes se complementan. Se entiende que hemos de obedecer ciertas ordenes con tal de acabar con la crisis sanitaria en la que hemos caído, sí, pero… ¿A cualquier precio? ¿Acaso el fin justifica los medios? ¿Acaso no puede el remedio ser peor que la enfermedad?

Las últimas medidas que los gobiernos de muchos países han adoptado para mitigar la pandemia que nos sacude están poniendo en evidencia una situación social insólita. Tan insólita que da qué pensar si no parecen ocultar otro problema más serio y grave. Algo se nos escapa, algo que no llegamos a entender y que se antoja siniestro. ¿Algún secreto de estado? Porque cuando alguien miente es porque oculta algo que nos ofendería o nos asustaría más de lo que nos quiere hacer creer. Aquí nos faltan piezas del puzzle para poder entender la situación al completo. La realidad se ha vuelto irreal. Bajo la amenaza y la imposición, se están decretando unas restricciones sociales que nos empujan a caer en el MIEDO y el ABSURDO. Y todo a pesar de su incongruencia, que muchos no consiguen entrever. La falta de contacto humano, la soledad, el distanciamiento, la obediencia ciega, la humillación incluso, se están imponiendo sin cordura. Están haciendo que perdamos el análisis del sentido común. Todo propio de los estados totalitarios.
Y no es ya cuestión de seguir una única hoja de ruta para no perdernos o acabar confundidos, porque de lo contrario no salimos de este embrollo sanitario, dirán ellos. Lo siento, pero NO. Algo está censurado o secuestrado, algo que no quieren que sepamos. Jamás podría creer que medios de comunicación, periodismo y partidos políticos estuvieran tan firmemente de acuerdo con las medidas que adoptan quienes están al mando de la nación. Que todos a una remen en la misma dirección, me da que pensar. Que se cierre toda cobertura a resoluciones u opiniones diferentes, como si se tuviera a la población por estúpida. Cómo si ésta no sabría juzgar lo que mejor le conviene. En un estado democrático jamás esto ha funcionado así. Algo falla. Algo no encaja.
Qué puede ser lo que se nos escapa para poder entender el sombrío panorama en el que nos encontramos es lo que me ha empujado a buscar otras fuentes de información. Recabar artículos, informes, conferencias, criticas que puedan darme otro punto de vista y pueda así, con mayor nitidez, contemplar lo que es VERDAD. Hay que entender que la verdad, como decía Alfred North Whitehead, no es absoluta, sino que con el tiempo se va perfeccionando. No tengo esa VERDAD con la que me encararía con la sociedad ciega, pero si tengo una verdad que se adapta mejor a mis interrogantes. Y con esa medio verdad me defiendo mejor de esa otra verdad de los políticos, marchita, que huele a farsa, a podredumbre. Con mi verdad creo tener unas gafas con las que veo mejor. Será cuestión de esperar, como decía al principio, aunque en la espera se me vaya la vida. Esperanzas todavía me quedan de que la sociedad despierte, deje de ser  NEGACIONISTA, y preste atención a otras voces.
Confieso que me da miedo tener razón esta vez. Y hasta rezo por estar equivocado. Porque lo que voy descubriendo augura un mundo tan sumamente egoísta, cruel y despiadado que, (y una vez más, porque no es la primera vez en la historia) uno preferiría no haber nacido. No pienso entrar en detalles. Actúo como mejor me dicta la razón y la paciencia. No estoy solo. Somos pocos, pero podemos crecer y sacar a la luz a esos personajes perversos que se esconden atrincherados en sus poderosos bancos. Demos tiempo al tiempo, y mientras tanto, busquen fuera de los medios típicos de comunicación esa otra verdad de la que hablo. A ver si les convence más. Aunque les prevengo, no les va a gustar. Pero así es la verdad en ocasiones, bella para el raciocinio y fea a las emociones humanas. Pero estamos en ello, en que ambas posturas se centren en una y sola entidad, la JUSTICIA, que es parte de la armonía integral que nos incumbe a todos. Eso nos recompensará con eterna alegría de todo lo sufrido anteriormente. -AllendeAran.



"Es más fácil engañar a la gente que convencerles de que han sido engañados."  
- Mark Twain 
"Una nación de corderitos engendra un gobierno de lobos."
 - Edwar Murrow
"Cuando todos piensan igual es que ninguno está pensando." 
- Walter Lippmann 
 


"La urgencia por salvar a la humanidad es casi siempre una falsa urgencia por dominarla. "  - H.L. Mencken
"La libertad es... el aire sin el que no podemos estar, que respiramos sin darnos cuenta, hasta que llega la hora cuando, desprovistos de él, sentimos que nos estamos ahogando."  - Allbert Camus
"Nos mantenemos alerta contra enfermedades contagiosas para el cuerpo, pero nos descuidamos en cuanto a esas más peligrosas enfermedades colectivas de la mente." - Carl Jung

"Quien supera realmente sus miedos, será realmente libre."  - Aristóteles
"La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio."  - Cicerón

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